Círculo Podemos Puertollano: una nueva forma de hacer política
La nueva forma de hacer política se basa en la cooperación y rehuye la competición.
Persigue la toma de decisiones colectiva, y no solo la de unos pocos individuos.
Busca la transformación profunda de la sociedad y el verdadero empoderamiento ciudadano.
Promueve la igualdad, la libertad y la solidaridad, así como el respeto a la democracia, la dignidad y los derechos humanos.
El Círculo Podemos Puertollano lo conforman todas las personas que desean implantar esta nueva forma de hacer política en nuestro municipio y comarca, independientemente de que estén inscritas o no en un partido político. Somos gente muy diversa, unida por este anhelo común de construir un mundo más justo y más humano.
El Círculo no es el Partido. Es gente apasionada que quiere aprender a practicar esta nueva forma de hacer política. El Círculo es una escuela, un instrumento de cambio, una herramienta de empoderamiento ciudadano.
El Círculo apoya al Partido de Podemos y trabaja en coordinación con él siempre que sea posible, pero también evalúa la labor de los órganos y cargos públicos de Podemos, vigilando contra la corrupción, la opacidad, por la participación y las garantías de todos los procesos. Según la nueva forma de hacer política las mayorías tienen que tener el control sobre las minorías que las representan.
El Círculo respeta los estatutos y demás documentos y reglamentos del Partido. El Círculo no toma las decisiones que competen al Partido de Podemos, pero sí toma las decisiones que corresponden a la gente, pues es soberano, y su función principal será siempre la transformación profunda de la sociedad y del municipio y comarca de Puertollano.
La vieja política
La vieja política se entiende como lucha por el poder. Es violenta y las personas salen despedidas a diestro y siniestro. El fin justifica los medios.
En la vieja política cada partido declara la guerra a los demás, e incluso dentro de cada partido continúan formándose numerosas facciones y subdivisiones internas que se hacen la guerra entre sí. Las personas no se escuchan verdaderamente, sino que se combaten si se encuentran en diferentes bandos, o se cubren unos a otros si están en el mismo bando.
La vieja política enoja y aleja a las personas de buena voluntad. Solo se acercan a esta política quienes tienen la piel a prueba de golpes, y tampoco les importa golpear.
La nueva política
La nueva política antepone el respeto a la persona y a los derechos humanos a cualquier otra consideración. El fin no justifica los medios.
En la nueva política se enfrentan las ideas, no las personas; y se respeta el derecho a pensar diferente.
La nueva política está basada en tres principios: participación, debate y respeto.
PARTICIPACIÓN
La nueva forma de hacer política solo funciona si cada persona puede opinar y hacer propuestas, y la mayoría se posiciona mediante la deliberación y el debate para ofrecer una respuesta colectiva.
Todo el proceso comienza con la participación individual. Hay que participar. Hay que quitarse de la cabeza eso de: «Si digo lo que pienso, me van a dar leña», «voy a tener que pelearme», «no me van a hacer caso», «yo no entiendo de esto, así que no tengo nada que decir, que hablen los entendidos». Hay que informarse y tomar partido, aunque sea de forma provisional, siempre sujeta a lo que nos depare una mayor información y debate, porque si no decidimos nosotros, decidirán por nosotros los de siempre. Hay que interesarse, sensibilizarse, implicarse… aprender a comunicar, tener una posición en cada tema que se discuta, una postura, una opinión… y defenderla con pasión. Si no hacemos esto, si no hablamos los que nunca hablamos, seguirán hablando los que siempre hablan.
DEBATE
Sin debate no hay progreso. No hay progreso científico, no hay progreso político, no hay progreso social… No hay progreso. Aprender a debatir es ineludible si queremos construir una sociedad empoderada.
En el debate se enfrentan las ideas, no las personas. Cualquier alusión a la persona y a lo personal debe evitarse porque a nadie ha de importar quién lo dice, sino qué dice. Son las ideas las que se ponen a prueba en el debate, y se zarandean mediante argumentos y razones para ver si resisten. Hay que defender con pasión las propias ideas, pero siempre abiertos a cambiar de posición si encontramos mejores razonamientos. Porque la victoria es de las ideas, no de las personas. Cambiar a una idea mejor no supone una derrota personal, sino un avance y un progreso personal.
RESPETO
La vieja política es una política de bandos. Si lo dice alguien del otro bando, desconfiamos, si lo dice alguien de nuestro bando, confiamos. Si alguien no piensa como yo, le acuso de pertenecer a otro bando. Quien no está conmigo, está contra mi, y todo se decide en una guerra de bandos y alianzas, donde el respeto a las personas brilla por su ausencia, porque solo hay amigos y enemigos, y no ideas argumentadas de esta o aquella manera.
Tengo derecho a defender con uñas y dientes mi postura, pero sin atentar contra el derecho del otro a defender su propia postura, y teniendo en cuenta que, ese derecho, es mucho más importante que mi postura o su postura. Lo más importante de todo es el debate en sí, el debate sano en el que todos hablan, todos los argumentos se exponen, todas las ideas se confrontan entre sí, y donde no sean unos pocos los que lleven la voz cantante. Lo importante es que oigamos todas las voces y a través de ellas construyamos los acuerdos y las decisiones de las mayorías.
Conclusión: el Círculo como escuela
Para que la nueva forma de hacer política pueda implementarse en la sociedad, se requiere por parte de todos un aprendizaje, quizás largo y costoso. El Círculo Podemos Puertollano tiene que ofrecer ese entorno de confianza que facilite el aprendizaje colectivo. El Círculo tiene que funcionar como una escuela de cambio y de empoderamiento social.
Para que este aprendizaje colectivo tenga lugar, es importante que ninguna persona concreta ostente la función de policía o juez. Que sea el colectivo de forma mayoritaria quien sancione las malas formas y conductas, y refuerce las buenas.
Así, si en una reunión o grupo de discusión alguien falta el respeto a otra persona o intenta apoyar sus argumentos en alusiones personales, todo el grupo debe reaccionar, manifestando su opinión en contra de tales prácticas. La decisión aquí también tiene que ser colectiva. No basta con elaborar unas normas y dejar encargado a alguien para que las haga cumplir. Es mucho más potente desde el punto de vista educativo que, uno por uno, todos los miembros del Círculo manifiesten la improcedencia de esa conducta concreta que acaba de tener lugar ante nuestros ojos. Permanecer en cobarde silencio, como espectadores impasibles, observando cómo se pelean o se faltan el respeto los compañeros —como si la cosa no fuera con nosotros— es ser cómplice de la división interna y de la destrucción del Círculo. Es algo que no podemos permitirnos. Hemos de actuar como Círculo, y todo lo que ocurre en el Círculo nos concierne, y tenemos parte de responsabilidad en ello.
Y a los forjadores de bandos, que en privado pasan su mano por nuestra espalda, nos regalan los oídos y murmuran y cizañean contra los demás, hay que pararles los pies en seco, comunicándoles que esas formas no son propias del Círculo y que no somos partidarios de crear división interna. Cualquier cosa que tenga que decir contra alguien debe hacerlo en público, en la Asamblea, de frente y allí donde la persona aludida tenga la oportunidad de responder.
La confianza es esencial. Sí, porque siempre va a haber errores, equivocaciones y malos hábitos que arrastramos a causa de largos años de malas prácticas de vieja política. Por eso hay que presuponer que el otro no quería atentar contra la persona o que está dispuesto a aprender a no hacerlo. Que lo ha hecho sin intención, porque todavía no ha aprendido a debatir sanamente. Con la confianza nos ayudamos unos a otros a aprender, nos educamos mutuamente. Damos un margen de confianza en vez de pasar inmediatamente al contraataque o a la condena definitiva.
Por eso las personas desconfiadas, que no pueden controlar sus propios temores y emociones, boicotean los debates. Primero tenemos que aumentar nuestra confianza y nuestra autoestima. Tener muy claro que cuando el otro defiende con uñas y dientes su propia postura, no está tratando de imponerse y mandar sobre los demás. Está haciendo lo que debe. No me tengo que sentir atacado en lo personal cuando otro defiende ideas contrarias a las mías. Ahora bien, tengo que tener cuidado de no reírme de los demás y ningunearlos por pensar diferente. Y cuando en un debate me sienta ofendido en lo personal, debo preguntar al otro si era su intención ofenderme. Debo darle la oportunidad de que aprenda y rectifique si es que se equivocó. Confianza ante todo. ¡Todo el mundo es bueno mientras no se demuestre lo contrario!